8 oct 2012

Y lo mejor de todo es que lo soñé

Formaba parte de un grupo de exploradores. Eran tres arqueólogos  dos hombres y una mujer, ; un cocinero, un traductor, nuestro patrocinador, sus  dos asistentes, Santiago y Kaly Broke; Harry un joven pasante de la universidad y una doctora llamada Helen que era muy delicada. Yo era amiga de el arqueólogo y su asistente personal, en si no era más la que revisaba sus cuentas, organizaba sus agenda y trataba de mantener limpia su casa, ademas de recoger la tintorería.
Nuestro patrocinador era un joven excentrico y millonario, apenas tenía veinte años pero había heredado una cuantiosa herencia que junto con intereses y algunos negocios que se dedico a hacer le habían hecho multimillonario de la noche a la mañana. Eso y su fanatismo por Indiana Jones y peliculas de cruzadas y tesoros perdidos le hizo buscar a tres arqueólogos que quisieran embarcarse en una misteriosa búsqueda con un pergamino como mapa que decía la ubicación exacta de un objeto muy pequeño pero, según el pergamino, muy poderoso.
Ese viaje fue el resultado de mi primer error que fue dejarlo conservar el pergamino, hace unos años hubiera sido más facil quemarlo o esconderlo donde jamas lo buscaran; pero obviamente era inexperta y crei que la inundación sería suficiente, ahora me doy cuenta de que no fue así, pues no solo el pergamino sobrevivio, tambien la  arqueologa y el traductor se salvaron, por razones que desconozco tuvieron un hijo y ahora el quería terminar lo que sus padres empezaron.
Aún recuerdo ese año, fue la primera vez que yo salía en una misión de esa clase y me sentía muy honrada, trate de ser lo más cuidadosa que se podía y la mayor parte del plan salío sin contratiempos; claro que lo del pergamino fue porque no se me paso por la cabeza que la gente podía ser a veces muy precavida, y por otro lado no contaba con que el traductor supiera nadar.
Ese viaje inició con la llegada del equipo y mi contratación como traductora , tenía apenas doce años pero ya hablaba cinco idiomas, aunque ellos solo sabían que hablaba dos, pero aun así fue una gran ayuda el no pedir un gran sueldo. No recuerdo muchos detalles de la travesía, pero aún tengo grabado en la mente la cara de los expedicionistas al ver la biblioteca y mis nervios por la posibilidad de que vieran la entrada. El problema se desato cuando el polvo aluicinojeno que estaba en los libros no hizo su efecto porque ya tenía mucho tiempo, se supone que los libros donde se encontraba ese polvo descansaban en una e las mesas de forma tentadora para que todos los examinaran; lo del polvo no fue culpa mía, sin embargo en seguida me di cuenta de que algo andaba mal cuando llegó la noche y todos seguín en su juicio, sin ver elefantes rosas o tener intenciones de volar como pájaro. La peor sorpresa fue a la mañana siguiente cuando encontraron la trampilla en el piso, por suerte no tenía equipo de buceo para entrar por que la trampilla daba como a una cueva llena de agua, aún así no querían quedarse con la ganas de bajar a investigar; lo de la trampilla tampoco fue mi culpa, eso le tocaba a mis superiores que por cierto ni notaron que los arqueólogos la habían encontrado, y hay que admitirlo esas personas sabían lo que hacían y eran muy buenos en su trabajo, no dañaron nada ni dejaron huellas de su trabajo; por eso tuve que hacer que un mono se atorara dentro de uno de los jeeps para crear una distracción.
En cuanto vi que nadie me prestaba atención me metí por la trampilla directo al agua, y todo mi cuerpo sintió un consuelo al momento en el que el frío liquido me recorría la piel pues mi ropa me aclaroraba, era como un traje árabe y estaba cubierta de pies a cabeza, así se escondía mi cabello y las marcas en mi cuerpo, pero eso es otra historia, el punto aquí es que después de respirar y disfrutar del agua me sumergí para encontrar el pasaje que llevaba a la entrada de la ciudad; cuando al fin el agua comenzó a disminuir subí por unas escaleras talladas en la roca, me encontraba en una encrucijada de veinte pasillos diferentes que parecían iguales y totalmente obscuros, eso lo conocía de memoria así que no dude en pasar por el pasillo número cuatro de izquierda a derecha y seguir con mi camino aunque no hubiera ni rastro de luz, camine rápido por lo que parecía obscuridad completa pero al fin se puso claro y llegue al salón donde estaban las diferentes puertas que conducían a varios lugares de la cuidad; el guardia que me recibio me ayudo a quitarme la ropa que traía mojada, suerte que abajo se encontraba mi vestido amarillo  a prueba de agua porque así no tendría que cambiarme; me arregle el cabello y pedí permiso para ver al consejal, supongo que mi cara se veía llena de preocupación porque el guardia no se molesto en preguntarme para que quería la audiencia y se limito a ponerme una flor en el cabello, eso para las mujeres de mi ciudad era simbolo de que eramos solteras, y después de eso piso una piedra en el suelo y está activo los tres escalones que conducian hacía una puerta se separaron de la pared y dieron pasó a una entrada que conducia hacía abajo.
seguí mi camino y llegué a la sala donde el consejal esperaba; otra chica llegó en ese momento y se inclinó ante la silla del consejal, yo me puse a un lado de ella e hice lo mismo; el consejal la dio la palabra a la otra chica y esta expuso su caso, algo acerca de un ladrón que había saqueado varias casa, luego el consejal escribió algo en un pergamino y se lo dio a la chica con instrucciones para ser entregado, finalmente la chica salio y llegó mi turno de hablar y solo tuve que decir cuatro palabras : han descubierto la entrada.
El consejal se levanto y comenzó a dar ordenes a los guardias para que el problema se solucionara.
Cuando yo salí mi equipo tenía problemas  con unos bandidos que los acorralaron en unas ruinas que creaban una especie de fosa; yo solo tuve que tirar de una palanca y la compuerta se abrió, ese era para lo que se había construido esas falsas ruinas, un pasaje dejaba correr el agua desde la presa construida más arriba y todos los que estuvieran en la construcción pasarían a mejor vida. Pero no fue así, sin saber como el traductor y una de las arqueólogas sobrevivieron y conservaron el pergamino, regresaron a la civilización y tuvieron un hijo que ahora se encargaba de termina lo que sus padres habían empezado.

EL arqueólogo para el que trabajaba se llamaba Leonardo Gress; no estaba casado pero tenía una amiga que vivía con él desde que iban a la universidad, la mujer se llamaba Catlyn y aunque no existia ningun romance visible entre ellos, yo sabía por pura intuición que ambos se deseaban uno al otro e incluso podían llegar a parecer esposos, ya sea por su forma de tratarse o por como llegaban a tratarme, pero cada que nos presentábamos en alguna reunión nos creían familia.
Yo llevaba un par de meses como su asistente personal y me había encargado de que su trabajo sobresaliera en varias revistas con el fin de llamar la atención del dueño del pergamino; aunque Leonardo ya era importante en varios institutos, pero la fama no era lo suyo y si quería conseguir el pergamino lo que necesitaba era un arqueólogo famoso, aunque no fuera muy rico, claro que la excentricidad era lo suyo y no fue feliz en ningún departamento hasta que encontró un petnhouse de renta baja, donde todo era muy antiguo y daba el aspecto de terrorífico, pero supo iluminar bien los espacios y Catlyn y yo podíamos estar ahí tranquilas.
Como su asistente personal tenía el control de su correo electrónico y esa fue la ayuda que necesitaba para llegar al pergamino. Todos los días en la página de arqueología del instituto donde Leonardo trabajaba se ponían anuncios, así que en todo momento vigilaba la página en busca de algún indicio, cuando apareció  Saqr Indar, el joven millonario y actual poseedor del pergamino; el solicitaba un traductor de símbolos mayas y alguien que fuera experto en las culturas de Sudamérica  el anuncio pedía con urgencia la traducción del pergamino e incluía la foto de la parte superior de esté, claro que nadie le explico al joven que el pergamino tenía de maya lo que el pacifico tiene de dulce, pero aun así le mande la respuesta a sus solicitud desde el correo de Leonardo junto con su curricular; Indar quedo encantado con la información y se contacto con Leonardo por teléfono  y esté se puso tan feliz por la propuesta que nos llevó a cena a Catlyn y a mi para celebrar y agradecerme el favor.
El resto fue pan comido; Indar y Leonardo se citaron para hablar y así llegaron al contrato, luego Leonardo tradujo el pergamino para Indar y en seguida llegaron a la fecha para el viaje; yo no tuve que encargarme de gran cosa porque Indar era muy desconfiado y no quiso que nadie moviera nada sin su concentimiento, asi que él se tomo el trabajo de llenar formulas y sacar permisos, incluso él mismo compro los boletos y mando el taxi a nuestro edificio a recogernos. Al verme librada de todo ese papeleo pude tomarme buen tiempo para preparar nuestro equipaje y dejar varia instrucciones para Catlyn que incluían el pago de la luz y la comida para "pato", el pez japones con sobrepeso que ocupaba una enorme pesera llena de corales en el estudio, pero en mi opinión tenía muchas suerte o mucha fuerza para sobrevivir a Leonardo pues no había conocido a una persona más olvidadiza que él.

Mi maleta no era la gran cosa ya que me habían enseñado desde muy pequeña a cargar solo con lo necesario  así que preferí cargarla en la silla de mi caballo con lo que disminuía la carga de las mulas que tenían el resto del equipaje pues ya con las maletas de la doctora era más que suficiente
. Por si fuera poco, Helen, la doctora, no dejaba de quejarse por el clima y los insectos, con lo que me hacía comenzar a perder los estribos.
-Hubiéramos venido en septiembre, así los  insectos no nos atacarían-decía con su tono meloso que tanto me irritaba
-No porque en septiembre el clima varia mucho-trataba de explicar el otro arqueólogo
-Entonces en diciembre, así siempre habría frió y ese sería el único problema- volvía a reclamar y yo contaba hasta diez mentalmente para calmarme y evitar que me lanzara sobre su cuello y la estrangulara, y es que después de cuatro días así ya no solo me enojaba, ahora también tenía intenciones de colgarla de los pies y torturarla.
 Por fin llegamos a la primera marca y las quejas cesaron.

La marca era en si una enorme piedra circular medio tapada por un árbol q poco a poco había crecido encima; tenía un único grabado q representaba una espiral de cuatro círculos lo que significaba q justo por debajo se encontraba un rio subterráneo sagrado y no se podía escavar ahí. Claro q los arqueólogos no tenían idea y en cuanto llegamos se pusieron a tomar fotos, sacar medidas, tomar muestras y un montón de cosas que hacen los humanos; Indar prefirió explorar la zona, su camisa blanca se le pegaba al cuerpo a causa del sudor y se veían el contorno de sus musculos, supongo que para Kelly eso era atractivo, pero a mi me causaba cierta consternación ver como un hombre cuidaba tanto de su aspecto; la doctora por su parte prefirió retocar su maquillaje, otra costumbre que me parecía totalmente absurda, pero por otro lado eso la mantenía callada y no iba a permitir que nada la distrajera si con eso cesaban las quejas. El cocinero decidío q era momento de un almuerzo y empezó a sacar panes y especias, la verdad ese cocinero me asombraba, parecía poder sacar una comida deliciosa incluso de una piedra; por él tampoco me iba a preocupar, y Kelly y santiago estaban muy interesados en el descubrimiento de la marca para necesitar de mi atención;el único que me tenía consternada era el traductor, era un hombre muy rudo que parecía criado en la selva por lobos, su cara estaba llena de cicatrices y tenía una mirada muy extraña, vestia como si con su atuendo tratara de mezclarse con la selva: pantalón cafe tierra, camisa café y una chamarra camuflageada; sin embargo no era su apariencia lo que me desconcertaba, si no su manera de hablar, era como si fingiera su voz todo el tiempo, y yo sabía bastante de actuación para notar su falso acento latino y parecía que se le escapaban unas expresiones en frances; pero ahora él estaba muy interesado en el árbol que cubria la piedra y en todo lo que hacían los antropologos que no se percato de mi presencia.
  Amarre mi caballo a una rama y me aleje un poco hacía el lado contrario de la piedra, tenía intenciones de llamar a alguien de mi pueblo, es un método muy sencillo pero efectivo, consiste en encontrar un árbol al que solemos llamar "árbol telefono" porque si golpeas su corteza se escucha el sonido por varios kilometros; sin embargo cuando encontré el árbol una voz me habló.

La máscara de la muerte roja, cuento de Edgar Allan Poe

La Muerte Roja había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.
Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.
Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.
Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.
A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación.
Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.
Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.
Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias.
Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.
Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!
Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.
Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.
Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.



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29 sep 2012

La Cueva De Adulam



“Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres” (1 Samuel 22:1,2).
La palabra Adulam significa "lugar de refugio", y en efecto, Dios libró a David y a un numeroso grupo de fugitivos que pudieron encontrar la tranquilidad que sólo Dios nos puede traer ante nuestras aflicciones.

Por cierto, no en vano David le rogaba a Dios que no diese sus pies al resbaladero...













En la cueva de Adulam Dios te preserva de tus enemigos. En la cueva de Adulam están los perseguidos, los oprimidos, los derrotados. Pero recuerda que la cueva no es para vivir por siempre, la cueva es temporaria, Dios la pone para preservarte, para librarte de tus enemigos, para progerte y recuerda que Dios te sacará de la cueva y que de la cueva se sale para recibir el Reino, para recibir la victoria. Los perseguidos se transforman en los valientes de David, en guerreros victoriosos cuando Dios los saca de la cueva.

La Arqueología Confirma La Biblia Nuevamente !




El Museo Británico da un paso hacia adelante en arqueología bíblica,De acuerdo al relato, el Dr. Michael Jursa, «Asiriólogo austríaco» confirmó la existencia del oficial babilónico mencionado en el Antiguo Testamento y conectado con el rey de Babilonia, Nabucodonosor, todo esto de acuerdo a la información descifrada recientemente.
El documento en arcilla proviene del año 10 del rey Nabucodonosor II (595 aC) y menciona al oficial, «Nebo-sarsequim»,quien, de acuerdo al capítulo 39 de Jeremías, estuvo presente en el sitio de Jerusalén en el 587 aC con el mismo Nabucodonosor.En el año 601 aC, el rey Nabucodonosor marchó hacia la frontera con Egipto donde los ejércitos de Babilonia y Egipto chocaron con grandes pérdidas para ambos. Por algunos años, las luchas entre Babilonia y Egipto continuaron y en el curso de aquellas campañas Jerusalén fue capturada (597 aC).Hallar una referencia cuneiforme acerca de alguien conectado con aquellos tiempos remarcables es raro, pero la evidencia proveniente de fuentes extra bíblicas sobre la existencia de una persona en particular mencionada en la Biblia –más allá de los reyes registrados en la historia– es increíblemente raro.La historia continúa, Nebo-sarsequim » es descrito en el libro de Jeremías como el jefe de eunucos. La traducción de la tabla babilónica de arcilla hecha por el Dr. Jursa da suficientes elementos para conocer la pronunciación exacta del nombre babilónico –algo así como «Nabu-sharrusu-ukin»– y corrobora el título de «Jefe de eunucos» en términos cuneiformes, confirmando sin lugar a dudas el relato bíblico sobre este personaje.
El Dr. Jursa, que es Profesor asociado en la Universidad de Viena, dijo: «Leeer tabletas babilónicas es a menudo una tarea que demanda mucho trabajo, pero también es muy gratificante: ¡hay tanta información que todavía puede ser descubierta!
»Pero descubrir algo como esta tabla, donde se lee sobre una persona mencionada en la Biblia y referida a un pago que se hizo al templo en Babilonia y dándonos la fecha exacta es realmente extraordinario.»
El Dr. Jursa ha estado estudiando la escritura cuneiforme en el Museo Británico desde 1991. Esta escritura es la forma de escritura más antigua conocida hasta ahora y fue comúnmente utilizada en el Medio oriente entre el año 3200 aC y el siglo segundo de nuestra era.
Hoy en día hay un pequeño número de eruditos que pueden leer escritura cuneiforme, que era creada utilizando un instrumento con forma de cuña sobre una superficie de arcilla. Es claro que el descubrimiento del Dr. Jursa da nuevos ímpetu al estudio de estas tabletas que todavía no han sido descifradas. Cada tabla es una ventana al pasado que permite observar de primera mano una cultura de más de 5.000 años de antigüedad.
Irving finkel, asistente del Departamento de Oriente Medio del Museo Británico agregó: «Las tablas cuneiformes pueden parecen todas igual, pero cada una es especial y a veces contienen un verdadero tesoro, como es el caso de la tabla descifrada por el Dr. Jursa. En esta tabla una simple transacción comercial se convierte en un testigo primario de un período muy particular de la historia del Antiguo Testamento. Es una tabla que se merece ser famosa.»
extractado de Boletin LaBibliaweb 31 3 10

26 sep 2012

El corazón delator

El corazón delator
[Cuento. Texto completo]Edgar Allan Poe
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
FIN

31 ago 2012

Formato a la página web


Explicamos una serie de atributos que se aplican de manera global a toda la página, como el color de fondo el del texto, de los enlaces, márgenes, etc.
Las páginas HTML pueden construirse con variedad de atributos que le pueden dar un aspecto a la página muy personalizado. Podemos definir atributos como el color de fondo, el color del texto o de los enlaces. Estos atributos se definen en la etiqueta <body> y, como decíamos son generales a toda la página.
Lo mejor para explicar su funcionamiento es verlos uno por uno.
Atributos para fondos
bgcolor: especificamos un color de fondo para la página. En el capítulo anterior y en el taller de los colores y HTMLhemos aprendido a construir cualquier color, con su nombre o su valor RGB. El color de fondo que podemos asignar con bgcolor es un color plano, es decir el mismo para toda la superficie del navegador.
background: sirve para indicar la colocación de una imagen como fondo de la página. La imagen se coloca haciendo un mosaico, es decir, se repite muchas veces hasta ocupar todo el espacio del fondo de la página. En capítulos más adelante veremos cómo se insertan imágenes con HTML y los tipos de imágenes que se pueden utilizar.
Ejemplo de fondo
Vamos a colocar esta imagen como fondo en la página.
Imagen que utilizaremos de fondo

La imagen se llama fondo.jpg y suponemos que se encuentra en el mismo directorio que la página. En este caso se colocaría la siguiente etiqueta
<body>
<bodybackground="fondo.jpg">
Se puede ver el efecto de colocar ese fondo en una página a parte.
Consejo: siempre que coloquemos una imagen de fondo, debemos poner también un color de fondo cercano al color de la imagen.
Esto se debe a que, al colocar una imagen de fondo, el texto de la página debemos colocarlo en un color que contraste suficientemente con dicho fondo. Si el visitante no puede ver el fondo por cualquier cuestión (Por ejemplo tener deshabilitada la carga de imágenes) puede que el texto no contraste lo suficiente con el color de fondo por defecto de la web.
Creo que lo mejor será poner un ejemplo. Si la imagen de fondo es oscura, tendremos que poner un texto claro para que se pueda leer. Si el visitante que accede a la página no ve la imagen de fondo, le saldrá el fondo por defecto, que generalmente es blanco, de modo que al tener un texto con color claro sobre un fondo blanco, nos pasará que no podremos leer el texto convenientemente.
Ocurre parecido cuando se está cargando la página. Si todavía no ha llegado a nuestro sistema la imagen de fondo, se verá el fondo que hayamos seleccionado con bgcolor y es interesante que sea parecido al color de la imagen para que se pueda leer el texto mientras se carga la imagen de fondo.
Color del texto
text: este atributo sirve para asignar el color del texto de la página. Por defecto es el negro.
Además del color del texto, tenemos tres atributos para asignar el color de los enlaces de la página. Ya debemos saber que los enlaces deben diferenciarse del resto del texto de la página para que los usuarios puedan identificarlos fácilmente. Para ello suelen aparecer subrayados y con un color más vivo que el texto. Los tres atributos son los siguientes:
link: el color de los enlaces que no han sido visitados. (por defecto es azul clarito)
vlink: el color de los enlaces visitados. La "v" viene justamente de la palabra visitada. Es el color que tendrán los enlaces que ya hemos visitado. Por defecto su color es morado. Este color debería ser un poco menos vivo que el color de los enlaces normales.
alink: es el color de los enlaces activos. Un enlace está activo en el preciso instante que se pulsa. A veces es difícil darse cuenta cuando un enlace está activo porque en el momento en el que se activa es porque lo estamos pulsando y en ese caso el navegador abandonará la página rápidamente y no podremos ver el enlace activo más que por unos instantes mínimos.
Ejemplo de color del texto
Vamos a ver una página donde el color de fondo sea negro, y los colores del texto y los enlaces sean claros. Pondremos el color de texto blanco y los enlaces amarillos, más resaltados los que no estén visitados y menos resaltados lo que ya están visitados. Para ello escribiríamos la etiqueta body así:
<bodybgcolor="#000000" text="#ffffff" link="#ffff33" alink="#ffffcc" vlink="ffff00">
El efecto se puede ver en una página a parte.
Márgenes
Con otros atributos de la etiqueta <body> se pueden asignan espacios de margen en las páginas, lo que es muy útil para eliminar los márgenes en blanco que aparecen a los lados, arriba y debajo de la página. Estos atributos son distintos para Internet Explorer y para Netscape Navigator, por lo que debemos utilizarlos todos si queremos que todos los navegadores los interpreten perfectamente.
leftmargin: para indicar el margen a los lados de la página. Válido para iexplorer.
topmargin: para indicar el margen arriba y debajo de la página. Para iexplorer.
marginwidth: la contrapartida de leftmargin para Netscape. (Margen a los lados)
marginheight: igual que topmargin, pero para Netscape. (Margen arriba y abajo)
Tenemos un artículo sobre la utilización de estos atributos para hacer diseños avanzados con tablas en distintas definiciones de pantalla, que puede ser interesante de leer.
Un ejemplo de página sin margen es la propia página de DesarrolloWeb.com, que estás visitando actualmente. (Por lo menos a la hora de escribir este artículo) Además, vamos a ver otra página sin márgenes, por si alguien necesita ver el ejemplo en estas líneas.
<body topmargin=0 leftmargin=0 marginheight=0 marginwidth=0 bgcolor="ffffff">
<table width=100% bgcolor=ff6666><tr><td>
<h1>Hola amigos</h1>
<br>
<br>
Graciasporvisitarme!
</td></tr></table>
</body>
Esta página tiene el fondo blanco y dentro una tabla con el fondo rojo. En la página podremos ver que la tabla ocupa el espacio en la página sin dejar sitio para ningún tipo de margen. 

Link para colores


Les dejo este Link para que escojan los diferentes colores de fondo y texto y elijan el que más les agrade para el diseño de su Página.

Formato de Texto en pàginas Web


Seguimos aprendiendo etiquetas que nos sirven para formatear el texto.
Esto se hace a partir de la etiqueta <font> y su cierre correspondiente. Dentro de esta etiqueta deberemos especificar los atributos correspondientes a cada uno de estos parámetros que deseamos definir. A continuación os comentamos los atributos principales de esta etiqueta:
Atributo face
Define el tipo de letra. Este atributo es interpretado por versiones de Netscape a partir de la 3 y de MSIE 3 o superiores. Otros navegadores las ignoran completamente y muestran el texto con la fuente que utilizan.
Hay que tener cuidado con este atributo ya que cada usuario, dependiendo de la plataforma que utilice, puede no disponer de los mismos tipos de letra que nosotros con lo que, si nosotros elegimos un tipo del que no dispone, el navegador se verá forzado a mostrar el texto con la fuente que utiliza por defecto (suele ser Times New Roman). Para evitar esto, dentro del atributo suelen seleccionarse varios tipos de letra separados por comas. En este caso el navegador comprobará que dispone del primer tipo enumerado y si no es así, pasará al segundo y así sucesivamente hasta encontrar un tipo que posea o bien acabar la lista y poner la fuente por defecto. Veamos un ejemplo.
<font face="Comic Sans MS,arial,verdana">Este texto tiene otra tipografía</font>
Que se visualizaría así en una página web.
Este texto tiene otra tipografía
Nota: Aquí tenemos un ejemplo de atributo cuyo valor debe estar limitado por comillas ("). Habíamos dicho que las comillas eran opcionales en los atributos, sin embargo esto no es así siempre. Si el valor del atributo contiene espacios, como es el caso de:
face="Comic Sans MS,arial,verdana"

Debemos colocar las comillas para limitarlo. En caso de no tener comillas
face=Comic Sans MS,arial,verdana

Se entendería que face=Comic, pero no se tendría en cuenta todo lo que sigue, porque HTML no lo asociaría al valor del atributo. En este caso HTML pensaría que las siguientes palabras (después del espacio) son otros atributos, pero como no los conoce como atributos simplemente los desestimará.
Atributo size
Define el tamaño de la letra. Este tamaño puede ser absoluto o relativo.
Si hablamos en términos absolutos, existen 7 niveles de tamaño distintos numerados de 1 a 7 por orden creciente. Elegiremos por tanto un valor size="1" para la letra más pequeña o size="7" para la más grande.
<font size=4>Este texto es más grande</font>
Que se visualizaría así en una página web.
Este texto es más grande
Podemos asimismo modificar el tamaño de nuestra letra con respecto al del texto mostrado precedentemente definiendo el número de niveles que queremos subir o bajar en esta escala de tamaños por medio de un signo + o -. De este modo, si definimos nuestro atributo como size="+1" lo que queremos decir es que aumentamos de un nivel el tamaño de la letra. Si estábamos escribiendo previamente en 3, pasaremos automáticamente a 4.
Los tamaños reales que veremos en pantalla dependerán de la definición y del tamaño de fuente elegido por el usuario en el navegador. Este tamaño de fuente puede ser definido en el Explorer yendo al menú superior, Ver/Tamaño de la fuente. En Netscape elegiremos View/Text Size. Esta flexibilidad puede en más de una ocasión resultarnos embarazosa ya que en muchos casos desearemos que el tamaño del texto permanezca constante para que éste quepa en un determinado espacio. Veremos en su momento que esta prefijación del tamaño puede ser llevada a cabo por las hojas de estilo en cascada.
Atributo color
El color del texto puede ser definido mediante el atributo color. Cada color es a su vez definido por un número hexadecimal que está compuesto a su vez de tres partes. Cada una de estas partes representa la contribución del rojo, verde y azul al color en cuestión.
Puedes entender cómo funciona esta numeración y cuáles son los colores que resultan más compatibles a partir de este artículo: Los colores y HTML.
Por otra parte, es posible definir de una manera inmediata algunos de los colores más frecuentemente usados para los que se ha creado un nombre más nemotécnico:
Nombre
Color
Aqua
Black
Blue
Fuchsia
Gray
Green
Lime
Maroon
Navy
Olive
Purple
Red
Silver
Teal
White
Yellow
<font color="red">Este texto está en rojo</font>
Que se visualizaría así en una página web.
Este texto está en rojo
Con todo esto estamos ya en disposición de crear un texto formateado de una forma realmente elaborada.
Pongamos pues en práctica todo lo que hemos aprendido en estos capítulos haciendo un ejercicio consistente en una página que tenga las siguientes características:
  • Un titular con encabezado de nivel 1, en itálica y color verde oliva.
  • Un segundo titular con encabezado de nivel 2, también de color verde oliva.
  • Todo el texto de la página deberá presentarse con una fuente distinta de la fuente por defecto. Por ejemplo "Comic Sans MS" y en caso de que ésta no esté en el sistema que se coloque la fuente "Arial".

Negritas, cursivas, subrayadas en páginas Web


Vemos como colocar negritas, itálicas, subrayados, subíndices y superíndices.
Además de todo lo relativo a la organización de los párrafos, uno de los aspectos primordiales del formateo de un texto es el de la propia letra. Resulta muy común y práctico presentar texto resaltado en negrita, itálica y otros. Paralelamente el uso de índices, subíndices resulta vital para la publicación de textos científicos. Todo esto y mucho más es posible por medio del HTML a partir de multitud de etiquetas entre las cuales vamos a destacar algunas.
Negrita
Podemos escribir texto en negrita incluyéndolo dentro de las etiquetas <b> y </b> (bold). Esta misma tarea es desempeñada por <strong> y </strong> siendo ambas equivalentes. Nosotros nos inclinamos por la primera.
Escribiendo un código de este tipo:
<b>Texto en negrita</b>
Obtenemos este resultado:
Texto en negrita
Nota: ¿Qué diferencia hay entre <b> y <strong>?
Aunque las dos etiquetas hacen el mismo efecto, tienen una peculiaridad que las hace distintas. La etiqueta <b> indica negrita, mientras que la etiqueta <strong> indica que se debe escribir resaltado. El HTML lo interpretan los navegadores según su criterio, es por eso que las páginas se pueden ver de distinta manera en unos browsers y en otros. La etiqueta <H1> quiere decir "encabezado de nivel 1", es el navegador el responsable de formatear el texto de manera que parezca un encabezado de primer nivel. En la práctica los encabezados de Internet Explorer y Netscape son muy parecidos (tamaño de letra grande y en negrita), pero otro navegador podría colocar los encabezados con subrayado si le pareciese oportuno.
La diferencia entre <b> y <strong> se podrá entender ahora. Mientras que <b> significa simplemente negrita y todos los navegadores la interpretarán como negrita, <strong> es una etiqueta que significa que se tiene que resaltar fuertemente el texto y cada navegador es el responsable de resaltarlo como desee. En la práctica <strong> coloca el texto en negrita, pero podría ser que un navegador decidiese resaltar colocando negrilla, subrayado y color rojo en el texto.
Itálica
También en este caso existen dos posibilidades, una corta: <i> e </i> (italic) y otra un poco más larga: <em> y </em>. En este manual, y en la mayoría de las páginas que veras por ahí, encontraras con la primera forma sin duda más sencilla a escribir y a acordarse.
He aquí un ejemplo de texto en itálica:
<i>Texto en itálica</i>
Que da el siguiente efecto:
Texto en itálica
Subrayado
El HTML nos propone también para el subrayado el par de etiquetas: <u> y </u> (underlined). Sin embargo, el uso de subrayados ha de ser aplicado con mucha precaución dado que los enlaces hipertexto van, a no ser que se indique lo contrario, subrayados con lo que podemos confundir al lector y apartarlo del verdadero interés de nuestro texto.
Subíndices y supra índices
Este tipo de formato resulta de extremada utilidad para textos científicos. Las etiquetas empleadas son:
<sup> y </sup> para los supraíndices 
<sub> y </sub> para los subíndices
Aquí tienes un ejemplo:
La <sup>13</sup>CC<sub>3</sub>H<sub>4</sub>ClNOS es un heterociclo alergeno enriquecido
El resultado:
La 13CC3H4ClNOS es un heterociclo alergeno enriquecido
Anidar etiquetas
Todas estas etiquetas y por supuesto el resto de las vistas y que veremos más adelante pueden ser anidadas unas dentro de otras de manera a conseguir resultados diferentes. Así, podemos sin ningún problema crear texto en negrita e itálica embebiendo una etiqueta dentro de la otra:
<b>Esto sólo está en negrita <i>y esto en negrita e itálica</i></b>
Esto nos daría:
Esto sólo está en negrita y esto en negrita e itálica
Consejo: Cuando anides etiquetas HTML hazlo correctamente. Nos referimos a que si abres etiquetas dentro de otra más principal, antes de cerrar la etiqueta principal cierres las etiquetas que hayas abierto dentro de ella.
Debemos evitar códigos como el siguiente:
<b>Esto está en negrita e <i>itálica</b></i>
En favor de códigos con etiquetas correctamente anidadas:
<b>Esto está en negrita e <i>itálica</i></b>

Esto es muy aconsejable, aunque los navegadores entiendan bien las etiquetas mal anidadas, por dos razones:
1.     Sistemas como XML no son tan permisivos con estos errores y puede que en el futuro nuestras páginas no funcionen correctamente.
2.     A los navegadores les cuesta mucho tiempo de procesamiento resolver este tipo de errores, incluso más que construir la propia página y debemos evitarles que sufran por una mala codificación.

Tierra

Tierra
¿que movimiento tienen las nubes?

Circus Soleil

Circus Soleil
´Todo movimiento se puede estudiar

El grito por un descubrimiento

El grito por un descubrimiento

Transformers

Transformers
Futuro no muy lejano

Megamente

Megamente
Seguro leyó las leyes de Newton

Sana diversión

Sana diversión
ATTE:Jazz & Janetitta